Hacer dieta puede volverte majareta
Traduzco a continuación Dieting Can Make You Lose Your Mind del sitio Psychology Today y escrita por la doctora Emily Deans.
Trata sobre el círculo vicioso en que mucha gente se mete al hacer dietas “populares” (bajas en calorías) y como llegan a afectar a la salud mental: ansiedad, obsesión por la comida, adquisición de trastornos alimenticios hasta tener algunos que ser internados en un centro psiquiátrico.
Así que tienes algunos kilos que perder ¿eh?. Se acerca “esa” boda o una reunión de corte social. Lo sé. Yo también he estado en esta situación. Tienes como objetivo esos pantalones guardados en un lugar especial del armario, un cuenco moderado de cereales altos en fibra con leche desnatada, ensalada para el almuerzo, de aperitivo una manzana con queso, yogur libre de grasa y para cenar un trozo triste de pechuga de pollo sin piel ni huesos con vegetales al vapor.
O mejor todavía: dos o tres batidos dietéticos con las calorías contadas a lo largo del día seguidos de una “cena razonable”. La salsa en esa comida de 230 calorías de pavo para microondas tiene un gusto único. Cuatro o cinco días en el gimnasio, caminando o corriendo o en la elíptica o haciendo aeróbicos. Es extenuante pero te dices a ti mismo que te sientes bien y, después de un par de meses, logras tu objetivo. Te libras de esos kilos, estás más cerca de esos “pantalones-meta” hasta que revientas y terminas con tus huesos delante de un plato de calientes bizcochos de chocolate demasiado a menudo. El año que viene volverás a añadir a tu lista de buenos propósitos el perder esos mismos kilos, otra vez.
Esta locura perpetua es el resultado de seguir las recomendaciones del gobierno relacionadas a la perdida de peso. Calorías entrantes por calorías salientes. Física básica. Los científicos seguramente están investigando estas cosas ¿verdad?. La obesidad, la diabetes, el síndrome metabólico y las enfermedades del corazón son problemas muy serios en estos días. Todo lo que necesitas es la formula correcta, los cálculos correctos, suficiente ejercicio y la fuerza de voluntad para conseguir tu objetivo.
Entonces ¿por qué es tan difícil mantener esos kilos de más lejos? ¿Son las grandes porciones de los restaurantes? ¿Es toda esa comida disponible en todos los sitios? ¿Los anuncios de bollería? ¿Los videojuegos?. De algún modo incluso con nuestros grandes cerebros y el uso de ordenadores para el seguimiento del ejercicio y las calorías, parece ser que nunca es suficiente para prevenir llegar a la obesidad y a la diabetes.
Y sin embargo mira por la ventana: nunca verás esa familia de ardillas con el cerebro del tamaño de la uña de tu pulgar (y con un buffet libre “todo lo que puedas comer” de bellotas) arrastrándose por el patio, enfermos de obesidad mórbida.
Los científicos han estudiado la obesidad y la perdida de peso durante generaciones. Uno de los estudios más famosos respecto a la restricción calórica fue hecho en objetores de conciencia durante la Segunda Guerra Mundial por parte del Dr. Ancel Keys.
36 hombres jóvenes y sanos que habían sido excusados del servicio armado debido a objeciones éticas aceptaron entrar en dicho estudio de un año de duración. Este incluyo 3 meses de preparación, 6 meses de semi-ayuno (diseñado para hacerles perder un 25% del peso corporal) y finalmente 3 meses de “realimentación”. El propósito de este estudio era determinar cómo la gente reaccionaba bajo ciertas condiciones y también aprender cómo realimentar correctamente y de forma seguridad a gente hambrienta. Los hombres bajo estudio estaban fuertemente motivados ya que su propósito era ayudar a su país y a los hombres que luchaban en el extranjero que debían enfrentarse a condiciones de hambruna.
Estos jóvenes bajo estudio vivieron en un dormitorio en la Universidad de Minnesota y, además de la dieta restrictiva, se les requirió caminar 22 millas a la semana (N.d.T: 22 millas = 35km = 5km diarios). Toda la comida fue preparada en la cocina del dormitorio y una vez el periodo de ayuno empezó, las calorías de cada hombre fueron ajustadas cada viernes para lograr una perdida de 2.5 libras (1.1kg) por semana. Su ingesta diaria calórica de media durante el periodo de semi-ayuno fue de alrededor de 1600 calorías al día (ellos comían aproximadamente 3200 calorías al día antes del estudio). Encuentro el número de 1600 calorías especialmente irresistible ya que una dieta estándar recomendada para perder peso en mujeres usualmente ronda alrededor de 1200 calorías diarias. Su comida consistió en lo que podría haber encontrado disponible en Europa durante el periodo de guerra: patatas, nabos, pan negro, macarrones, pequeños vasos de leche, pollo, pan tostado con una pizca de mermelada y similares…
¿Cómo les fue? Bueno: fatal. Describieron síntomas de letargo, irritabilidad, la ansiedad aumentaba según iban sabiendo qué podrían comer la siguiente semana. Tuvieron que añadir un sistema de compañeros (“buddy system”) para que ninguno de los hombres tuviera permitido dejar el dormitorio sólo ya que uno de los hombres se salto la dieta y tuvo que ser excusado del estudio. Sufrían mareos, intolerancia al frío (hasta el punto de pedir mantas gruesas incluso en pleno verano), dolor muscular, pérdida de cabello, disminución de la coordinación, edema y zumbidos en los oídos. Algunos tuvieron que dejar sus clases universitarias porque no tenían capacidad para concentrarse. Su deseo sexual desapareció.
Ellos se obsesionaron con la comida, empezaron a comer con rituales elaborados (tal como comen los pacientes que sufren de desordenes alimenticios) y a añadir agua a sus platos para que la comida durase más. Muchos empezaron a coleccionar libros de cocina y recetas. Uno de los hombres, tentado por el olor de una panadería, compró una docena de rosquillas y se los dio a los niños que había en la calle solo para verlos comer. Inicialmente a los participantes se les permitió masticar chicle pero cuando varios hombres empezaron a masticar alrededor de 40 barras al día se decidió que el chicle estaba afectando al experimento y fue desaprobado.
Solamente 32 de los 36 completó el periodo de semi-ayuno. Uno de los hombres que rompió la dieta admitió que había estado robando restos de los cubos de basura, robando y comiendo nabos crudos y deteniéndose en las tiendas para comprar helados. Dos hombres sufrieron de estrés psicológico severo: uno se volvió suicida y el otro se corto tres de sus dedos en un acto de auto-mutilación. Los dos hombres fueron ingresados en un hospital psiquiátrico.
Durante los tres meses de realimentación se probaron distintas combinaciones de proteínas, vitaminas y niveles de calorías. Inicialmente los mareos, la apatía y el letargo mejoraron pero el apetito constante, debilidad y perdida del deseo sexual persistieron durante varios meses. Los hombres describieron “un vacío de un año de duración” que necesitaba ser llenado. El día después de que finalmente fueran liberados del estudio, uno de los hombres fue hospitalizado para un lavado de estomago después de comer compulsivamente. A raíz del estudio se dijo:
“many, like Roscoe Hinkle, put on substantial weight: Boy did I add weight. Well, that was flab. You don’t have muscle yet. And get[ting] the muscle back again, boy that’s no fun.”
N.d.T: resumiendo, ganaron peso y perdieron músculo.
Ninguno de los que fueron entrevistados en los años 80 sintió, una vez totalmente recuperados, que había algún daño médico permanente.
Lo que me impresiona más de este estudio es como de cerca está a las recomendaciones estándares de hoy en día para perder peso (un déficit de 500-1000 calorías para obtener una perdida de 1-2 libras a la semana junto a ejercicio moderado).
La diferencia es pequeña (un déficit de 1700 calorías para obtener una perdida de 2.5 libras a la semana) sobretodo con el hecho de que los hombres tenían un peso normal cuando empezaron el estudio. Pero esta dieta envió a un 6% de los participantes al hospital psiquiátrico ¡y eso que eran hombres jóvenes, sanos y altamente motivados!. Existe un marcado contraste entre entre los estados psicológicos de este semi-ayuno a largo plazo y los reportes de ayunos con agua a corto plazo. Después de todo un semi-ayuno prolongado de nabos y pan negro no es algo que recomendaría a todo el mundo si puede evitarlo. Tal vez la señora Ancel Keys lo dijo mejor cuando ella describió los efectos del experimento de su marido. La señora dijo que “el doctor Keys pasó por momentos terribles durante el experimento ya que a medida que perdían peso quedaban más demacrados. Y luego llegaba a casa y decía: ‘¿Qué estoy haciendo con estos jóvenes? No tenía idea de que iba a ser tan duro’”.
¿Qué tal si, en lugar de ello, tomamos el ejemplo de las ardillas y tiramos los batidos, la comida empaquetada y empezamos a comer como comieron nuestros antepasados durante miles de generaciones?. Esos antepasos que, seguramente, nunca lucharon contra la obesidad o la diabetes. Podemos incluso ver estudios de la moderna Kitavans que comen vegetales, cocos, pescado y algas, parecen tener un montón de comida y no hacen tanto ejercicio pero siguen manteniéndose delgados sin apenas esfuerzo y libres de diabetes y otras enfermedades de nuestra civilización. Tal vez una caloría no es sólo una caloría. Tal vez los productos alimentarios nuevos son causa de inflamación e irritación lo que lleva a cambios en la insulina, la leptina y otras hormonas. Tal vez esta explicación tenga más sentido que la actual que, de alguna forma y en pocas generaciones, ha convertido a la mayoría de estadounidenses en perezosos glotones sin esperanza.
En vez de ello, seguimos corriendo en la misma cinta de correr, seguimos comiendo y contando la misma cantidad de calorías ¡y los alimentos que sean libres de grasa!. Junto a la obesidad y la diabetes, los desordenes alimenticios como comer compulsivamente y la bulimia han aumentado a lo largo de los años. Y la población que sufre de todas estas condiciones cada vez es más y más y más joven.
No pierdas la esperanza. Baja de la cinta de correr y sal fuera a dar un largo paseo. Considera la posibilidad de consumir los alimentos que nuestros antepasos comieron (olvidémonos de los alimentos procesados, el azúcar y los granos por un tiempo) y a ver qué pasa. Es posible que te veas comiendo las calorías necesarias para mantener tu cuerpo y nivel de particular de actividad física e incluso quemes algo de tu propia grasa hasta llegar a un nuevo y más bajo punto peso corporal.
Sólo los animales domesticados, alimentados a base de granos, tienen problemas de obesidad después de todo. Deje entrar un poco de la naturaleza salvaje a su rutina y hábitos. Puede que con ello su salud mejore.